Friday, December 28, 2012

Lastímame pero no me ignores




Hace mucho tiempo, en los albores tormentosos de mi educación, mi Dueño me dijo que no habrían excusas o lágrimas que aplacaran su enojo si Yo, su sumisa, resultaba ser la causante de éste. Esta advertencia me acosó día y noche hasta grabarse a fuego en mi conciencia, pues sabía que su ira no sería infundada si me atrevía a ofenderle con justificaciones inútiles. Y si pedir por su indulgencia no figuraba como opción, la única salida era aceptar el castigo correspondiente a la afrenta cometida. 

Saber todo esto no me impidió entregarle derechos sobre mi vida porque tenía fé. Si lograba superar mis carencias la Felicidad de mi Amo estaba al alcance, cual no era otra que mi propia dicha, mi destino. Tal y como  la planta del algodón, el camino estaba lleno de agudos obstáculos pero la recompensa sería hermosa, pura.

Pero sin duda alguna no hay tortura más cruel para una esclava que la indiferencia sumada a la decepción de su Amo, porque es un dolor que se no se compensa con placer. Tiene sabor a soledad; te recuerda que lo muy insignificante que es tu existencia, porque si no haces feliz a aquél a quien entregaste tu vida no eres más que un estorbo; eres una hoja seca sujeta a los caprichos del céfiro. Por eso ahora sólo me queda arrojarme a sus pies desnuda y suplicante; entregarle mi cuerpo para que al menos sea el extremo de su látigo el que me acaricie acabando con este sofocante silencio.


1 comment:

  1. En muchas ocasiones ignorarte es el unico castigo que puedo ejercer, o hacer valer para que aprendas.

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