Friday, December 28, 2012

Lastímame pero no me ignores




Hace mucho tiempo, en los albores tormentosos de mi educación, mi Dueño me dijo que no habrían excusas o lágrimas que aplacaran su enojo si Yo, su sumisa, resultaba ser la causante de éste. Esta advertencia me acosó día y noche hasta grabarse a fuego en mi conciencia, pues sabía que su ira no sería infundada si me atrevía a ofenderle con justificaciones inútiles. Y si pedir por su indulgencia no figuraba como opción, la única salida era aceptar el castigo correspondiente a la afrenta cometida. 

Saber todo esto no me impidió entregarle derechos sobre mi vida porque tenía fé. Si lograba superar mis carencias la Felicidad de mi Amo estaba al alcance, cual no era otra que mi propia dicha, mi destino. Tal y como  la planta del algodón, el camino estaba lleno de agudos obstáculos pero la recompensa sería hermosa, pura.

Pero sin duda alguna no hay tortura más cruel para una esclava que la indiferencia sumada a la decepción de su Amo, porque es un dolor que se no se compensa con placer. Tiene sabor a soledad; te recuerda que lo muy insignificante que es tu existencia, porque si no haces feliz a aquél a quien entregaste tu vida no eres más que un estorbo; eres una hoja seca sujeta a los caprichos del céfiro. Por eso ahora sólo me queda arrojarme a sus pies desnuda y suplicante; entregarle mi cuerpo para que al menos sea el extremo de su látigo el que me acaricie acabando con este sofocante silencio.


Wednesday, December 26, 2012

La pérdida de la inocencia


Justamente el día de su décimo tercer cumpleaños, ocurrió lo que desde su niñez tanto había temido. La sangre dejó una gran mancha en la antes impoluta superficie de sus sábanas, y en la blancura de su ropa de cama. En sus muslos el líquido carmesí también había dejado su rastro en forma de hilos de diferentes tamaños. No, no era ignorante ante el significado de aquella aparente hemorragia, su madre desgraciadamente fue demasiado explícita. Ya era una mujer, ya podría concebir al heredero del esposo que sus propios progenitores se encargarían de buscar.

La pobre chica, a pesar de haber intentado ocultar las sábanas y el camisón manchados, padeció la decepción de ser expuesta gracias a su doncella. ¿Cómo podría ésta comprender el temor de su joven señora?

Días después, y habiendo recibido con alegría la noticia, los padres enseguida organizaron una fiesta en la propiedad, invitando a todos los jóvenes que consideraron dignos para su hija. 

Cuando la luz de las estrellas iluminó el firmamento, los invitados comenzaron a llegar. Sus miradas recorrieron con interés la ya no infantil figura de la rubia debutante. Deteniéndose especialmente en sus caderas, signo inequívoco de madurez y fertilidad femenina.

Las horas pasaron, y ninguno de los muchachos logró captar el interés de la señorita, quien era incapaz de mirarlos directamente a los ojos por mas de 2 segundos al momento de ser formalmente presentados. Ella simplemente no sabía como reaccionar.

No fue sencillo, pero finalmente consiguió escabullirse lejos de la multitud que se concentraba en el salón principal. Y vagó sin rumbo fijo entre los pasillos vacíos hasta que a travesó la puerta que daba al jardín, donde el silencio de su mente se quebró con el sonido de lo que al principio creyó eran quejidos de dolor. Alarmada siguió el ruido hasta llegar  a un frondoso arbusto, donde la imagen fugaz de dos cuerpos entrelazados logró clavarla al suelo. 

Allí, no muy lejos de ella, estaba una chica a la que conocía solamente de vista. La bochornosa imagen de los pechos de ésta al descubierto, siendo lamidos fervorosamente por la lengua de un muchacho cuya identidad ignoraba, hizo que sus tobillos flaqueasen, y que la impresión le arrebatase un gemido involuntario.

Los amantes parecieron no notarlo, el ruido los comensales en el interior de la casa al parecer los envolvía en un velo de erótica "intimidad". Él la tenía firmemente apoyada contra la pared, mientras la embestía con vehemencia, moviendo las caderas de atrás hacía adelante.

La ya muy ruborizada novicia que los observaba hipnotizada, había caído sobre la hierba, siendo amparada por el frondoso arbusto detrás del cual aún se encontraba, incapaz de levantarse, debatiéndose entre abandonar aquél lugar donde evidentemente sucedía algo "inapropiado" y quedarse... 

Con los ojos muy abiertos y el rostro enrojecido, contemplo la escena. El muchacho tenía las manos debajo del vestido de la chica. Le sujetaba las nalgas mientras el resto del cuerpo mantenía la falda bien arriba, dejando visible los oscuros rizos que cubría en sexo de su pareja. Fue en el momento en el que Él hizo las caderas hacía atrás, que la adolescente obtuvo el primer atisbo visual de un miembro masculino.

La visión la confundió, pero al mismo tiempo despertó en ella un anhelo antes desconocido. La sensación se concentró especialmente en el área entre sus muslos. Claramente sintió como algo líquido salía de Ella, y por unos instantes de ignorancia creyó haber tenido un accidente. Por lo que llevo una mano allí, la deslizo debajo de sus prendas interiores y palpo su propio sexo, recibiendo un pequeño espasmo en respuesta. Su dedo índice descubrió el pliegue entre los labios del sexo, y sintió un líquido espeso que al parecer cubría toda la superficie.

Intrigada, movió un poco el delgado dedo, y la angustiante sensibilidad la golpeó. La sensación era inexplicable, cercana al placer de dar alivio al escozor en un piquete. Y continuó acariciándose mientras  miraba, como el muchacho seguía entrando y saliendo del sexo de su compañera, hasta comenzar el mismo a gemir.

Ella quería sentir lo mismo, quería llevar a aquél descubrimiento hasta el límite. Su propio coño estaba tan húmedo ya, que fue fácil introducir un dedo los dos primeros centímetros, y lo disfrutó hasta que el dolor la obligó a detenerse. Pero no lo entendía, algo parecía impedir que su dedo continuara haciéndose paso a través de su sexo. No entendió por qué a Ella le dolía mientras que la otra mujer estaba feliz, sumida en el éxtasis.  Así que la inconsciente niña, decidió ejercer más presión con el dedo, incluso empezó a sacarlo y a meterlo, pero aún así no sintió más de aquella placentera sensación, en lugar de eso el dolor se incrementó, y cuando se dio por vencida encontró que su dedo se había manchado de sangre.

No podía ser, aún no debería haber vuelto a sangrar, y sin embargo allí estaba; ese color rojo, el ardor en su entrepierna. Pero finalmente  la respuesta no provino de alguna información almacenada en sus recuerdos, sino del instinto. Una pavorosa pero inexcusable verdad. Y sea cual fuere el tiempo transcurrido mientras lo asimilaba, al volver a la realidad cayó en cuenta  de que la pareja había abandonado el jardín, dejando a su paso algunas prendas de vestir, pero no sólo éste insignificante detalle estaba fuera de lugar. Silencio.

Repentinamente en lugar de risas se escucharon alaridos de terror; el sonido de los instrumentos musicales, enmudecido por la marcha estruendosa de los caballos, cuyos cascos amenazaban con abrir la tierra debajo de ellos. Un ejercito invasor, la perdición de cualquier pueblo pequeño, había salido de los libros de historia de su padre para repartir la tragedia entre los habitantes de aquella desdichada comarca, que en su mayoría habían acudido a la celebración.

Todo en lo que pudo pensar la joven en esos instantes de pánico, fue en su familia.

Renunció a la protección del improvisado escondite para correr en dirección a la casa. Pero la miseria se mostró ante sus ojos. Los solados habían penetrado hacía tan sólo unos segundos en un estampido de hojas teñidas de escarlata y gritos de guerra; cortando miembros humanos a diestra y siniestra de todo aquél desventurado que estuviera en el camino.  El horror desmedido convirtió a las personas en una horda de animales buscando desesperadamente una salida de aquél infierno. Ella no alcanzó a ver sus padres entre los rostros que pasaban a su lado. Estaba siendo arrastrada por la multitud hacía el exterior, donde una tormenta se había desatado. La lluvia y la luz de los relámpagos consiguieron cegarla. Alguien atrás lanzó un grito de dolor; sintió que algo caliente salpicó su espalda y al segundo siguiente cayó al fango bajo el peso de un cadáver corpulento recién decapitado. Los gritos se apagaron.


-¡Traigan a todas las mujeres que quedan! ¡Incluso a las niñas! ¡Quiero que a todas las junten en grupos dependiendo de  la edad!-

La voz era poderosa, impositiva. Era algo tan evidente que ni siquiera necesitó entender lo que decía. Se trataba de un idioma muy poco familiar para Ella, pero consiguió distinguir un par de palabras: "mujeres"  "juntar"... No importaba, todo era demasiado confuso. Le ardían los ojos, le dolía la cabeza... la espalda; su cuerpo y espíritu estaban abatidos, pero sabía que si no lograba liberarse de la masa inerte que tenía encima, terminaría por asfixiarla. Con dolorosa lentitud recuperó la sensación en uno de los brazos y lo estiró hacía adelante para enterrar las uñas en el suelo con la intención de poder impulsarse lejos del cadáver. Sus fuerzas flaqueaban, pero un remanente de voluntad  bastó para lograr su cometido. La falda del vestido fue arrancada y permaneció en el suelo, debajo del muerto; Ella parecía no haberlo notado. Balanceándose de lado a lado, avanzó a través del campo mirando al horizonte y tropezando continuamente con los cuerpos diseminados alrededor. Apenas paso un minuto cuando un golpe fulminante la envió de vuelta a la tierra. Silencio.

Mi Educación. Parte II

Cruzando el Umbral del Dolor

Para una chica como yo, acostumbrada a las atenciones características de una familia que pudiera considerarse "acomodada", ésta fue quizás la etapa más difícil durante mi educación como sumisa. Pero ya sabía yo que sólo los castigos tales como, la indiferencia; la humillación; negación del orgasmo o de la vanidad propia, bastarían. No era concebible puesto que mi ingenuidad y abstracción me llevaban con frecuencia a cometer errores, errores que merecían castigos ejemplares, lo suficientemente contundentes como para  que la lección aprendida jamás fuese olvidada.

Mi afinidad con el dolor se limitaba a cuánto de éste era capaz de infligirme a mi misma. Y nunca me atreví a sobrepasar el límite por propia voluntad, sin embargo era precisamente esa la idea que tenía que sacar de mi mente y vocabulario para lograr ir más allá, hasta donde mi Dueño lo deseara. Él quería que me castigara yo misma.

Cabe destacar el hecho de que durante este período de "Doma", no vivía junto a mi Dueño. En lugar del espacio mínimo entre dos almas complementarios que desearan  consumar su unión,  nos separaban miles de kilómetros de distancia.



  • La Azotaina de la Disciplina


Quien pueda llegar a creer que una relación D/s en la distancia es más "suave", está muy equivocado. Pero Al menos no lo fue para mí. 

Sé que lo primero que a alguien le vendría a la cabeza sería algo así como:

"No importa, puedes decirle que cumpliste con el castigo, pero en realidad no hacer nada. Él no tendría  pruebas para desmentirte"

Pero a diferencia de la mayoría de los humanos, quien haya decidido vivir como sumiso/a no puede darse el lujo de ser deshonesto para con su Dominante. La sinceridad y honestidad para con nuestro Dueño/a constituyen las piedras angulares de nuestra existencia y costumbres. De modo que yo estaba incapacitada para montar una farsa, y Él podría descifrarlo de cualquier manera.

Para los primeros azotes se me ordenó hacerlos con la palma de mi mano, pero el ruido que hacía al castigar mis nalgas de aquella manera, impidió que ejecutara la orden con la suficiente convicción para complacer a mi dueño. Admití que era una buena excusa para no proseguir.

Lo siguiente fue una cuchara de madera, compacta pero a la vez ligera. Ésta también fue descartaba, pues las marcas en mis nalgas no eran lo suficientemente visibles en las fotografías que debía enviarle a mi Dueño después. Pero casi de inmediato, mi hábil propietario descubrió un instrumento más efectivo. Un Cable.

A falta de látigo, fue una elección apropiada como reemplazo. Debía doblar el cable para hacerlo lo más fácil posible de manipular; empinarme hasta que mi pechos estuvieran apretados contra el colchón; levantar mi culo y empezar a golpear mis nalgas con el cable. Al principio lo hacía con demasiada suavidad, y mi Dueño lo desaprobaba ya que se suponía que era un castigo, no un juego. Yo no quería decepcionarlo, así que a pesar de mis propias restricciones incrementé la intensidad de los azotes. A momentos el dolor lacerante era tan abrasador que mis manos y piernas temblaban, llegando a hacer que en varias oportunidades perdiese el equilibrio, a lo que mi Amo respondía con un simple y contundente:

"No te detengas, sigue, No pares hasta que yo lo ordene"

Su voz de mando revivió mis ganas de complacerlo a través de mi obediencia. Y llegué a azotarme con frenesí, pero Él prefirió que lo hiciera lento pero con fuerza. Ya para entonces sentía como si mi piel fuera a abrirse; mis ojos húmedos y mi piel ardiente. 

Me detuve cuando Él así lo quiso. Ni si quiera pude acostarme apropiadamente sobre la cama debido al dolor. Pero él no quería que descansara hasta que hubiera tomado fotos de mis nalgas. Y al levantarme, no con muy poca dificultad... Descubrí en el espejo el resultado de mi convicción como sumisa. Ahí estaban las marcas, rojísimas, inflamadas; líneas incontables de diferente tamaño sobre la antes superficie blanca de mi piel.  Sin poder explicármelo en ese momento, sonreí; estaba tan feliz y excitada como lo hubiera estado si mi Amo me hubiese usado. El dolor incandescente iba menguando hasta convertirse en un delicioso escozor. Entendí el significado "entre líneas" de lo que acababa de hacer, quiso siempre que yo rompiera mis límites para Él. 

Experimenté el orgullo de ser una masoquista para mi Dueño. 


{S}Lilu

Tuesday, December 25, 2012

Mi Educación. Parte I


  • Fotos

Había llegado el momento de enmendar mis errores pasados; de someter mi orgullo hasta reducirlo a polvo; de olvidar la palabra y el significado de la “Dignidad”. La voz de mando de mi Amo marcó el principio del período de “Doma” de una forma aparentemente simple,pero que sabía Él, me obligaría a hacer lo que hasta entonces había evitado: Pensar.

Mi primera gran tarea fue arreglármelas para elaborar pequeños tributos diarios a mi Amo.  Por ejemplo, fotografías en las que se me ordenó exponer mi coño y mi culo a Él; como si estuviese ofreciéndolos para ser  usados.  Porque yo era su perra, y realmente creo que decirlo fue lo que representó verdadero reto. Por curioso que pueda parecer, mi decoro no recaía en el hecho de mostrar mi cuerpo desnudo, sino en el exponer mi ser a través de una “invitación” verbal, así que  la suma de ambas circunstancias implicó el deterioro progresivo de la percepción que tenía de mí misma. Es decir, la real intención de las fotografías no era sólo reanimar mi creatividad para demostrarle a mi Amo lo importante que era su felicidad para mí, No.


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  •  Mi lugar en el mundo
Si antes me preguntaba una y otra vez cuál era mi propósito en la vida. Mi Amo me ayudó a encontrar la respuesta.

Ya no tenía por qué dudar. Simple y llanamente, si yo  era feliz haciendo cosas para hacerlo feliz a Él, ese era mi propósito, mi función. Complacerlo. La sencillez de ese realidad me aturdió; otro eslabón de la cadena que me sujetaba  a la creencia de la sociedad, se rompió. Era más fácil de lo que habría creído en el pasado.  No existía ni existiría una aspiración divina, ni un Gran designio, porque la plenitud que supuestamente debía buscar, la encontraba y sentía al estar de rodillas ante mi Amo; o con mis nalgas abiertas, ofreciéndole este cuerpo hecho de carne para su glorioso placer.


Así pues, mi Amo abrió mi alma y escribió en mi Destino:


“Tu lugar en el mundo es el estar hincada, desnuda… frente a mi y con mi pene en tu boca”


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{E}Lilu

¿Soy sumisa de naturaleza?



Me sorprende mucho el hecho de que tenga que concentrarme tanto para recordar el principio de mi educación. Supongo que es un hecho tan innegable en mi naturaleza, tan propio de mí como el saber cuál es mi nombre. Como si hubiese nacido sumisa.

En un principio la relación entre mi Amo y yo era diferente,  pues Él no aún no me había ayudado a descubrir y a aceptar mi condición.  Mi Amo y yo, puede que a diferencia de la mayoría de parejas involucradas en el BDSM,  no iniciamos como personas independientes queriendo probar la experiencia de D/s. Nuestros antecedentes son los de una pareja sentimental  y como en toda relación existían problemas.  Entre estos problemas estaban mi falta de interés en demostrarle a Él cuánto me importaba; la falta de atención, pues cualquier cosa me distraía; mi irresponsabilidad, ya que en varias ocasiones me ausentaba sin si quiera decirle a donde iba o con quien;  incluso también le faltaba el respeto porque aceptaba salir con personas que obviamente estaban interesadas en apartarme de Él.

Había en mí tal ausencia de sentido común para actuar como una verdadera compañera,  que las discusiones eran frecuentes, tanto que en varias ocasiones Él consideró separarse de mi.
Estaba al borde de un abismo muy profundo. Me negaba a perderlo porque sentía –y siento- que me perdería en la oscuridad más densa, sin Sol, luna, ni siquiera las insignificantes estrellas. Comencé a suplicarle que me ayudara a mejorar, que me dijera lo que Él quería que yo hiciera. Y Me dijo:
“¿Entonces eres tan sumisa que necesitas que te digan qué hacer?”


Y entre lágrimas le respondí:

“Sí”

En aquél tiempo aún conservaba el orgullo, pues me costaba admitir una realidad que era más que obvia. Yo me sentía madura, conocedora de lo que estaba bien o mal. Pero no era así. Y lo que era todavía más difícil de aceptar era el hecho de que disfrutaba el haberlo complacido con cada cosa que me ordenara hacer, por mucho que la idea no me agradase al comienzo, o que ello atentase contra lo que la Sociedad en la que vivimos considera “correcto”; o inclusive los “valores” inculcados por mi familia. No, no podría explicar con palabras mundanas el placer que sentía al saberlo contento conmigo.

  • Mi Amo


La verdad, desde que lo conocí su personalidad imponente me sedujo. Simplemente era el tipo de hombre al que en tiempos antigüos no hubiese sido difícil encontrar en calidad de Soberano de un Reino.

A diferencia de mi, Mi Amo no era en lo absoluto un ignorante en lo referente a su condición como Dominante. Tenía un basto conocimiento de la práctica y poseía una esclava bajo su poder. Saberlo me despertaba tales celos que me negué a la posibilidad de llamarlo "Amo" algún día, porque ella así lo hizo. Llegaba a asquearme cada vez que Él me lo recordaba, sobre todo porque ignoraba yo el motivo de tal alarde. Seguramente era algún tipo de artimaña, mi Amo no diría nada por el simple gusto de hacerlo. Pero al mismo tiempo, tampoco me sorprendió conocer ese aspecto de su pasado, porque cualquier mujer con el perfil de sumisa anhelaría ser de su propiedad. Él Irradiaba una energía tan poderosa que resultaría chocante para  otros, tanto como para evitar elevar su Ego aún más de lo irremediablemente necesario.
  
Pero sus deseos y sentir hicieron mella en mi autocontrol, al punto de que lograban moverme como hilos a una marioneta. Si Él se entristecía, yo lloraba; si Él se enojaba conmigo, yo me sentía acreedora de un CASTIGO DIVINO; Si Él estaba feliz, yo no tenía nada más que pedirle a la vida. Y decidí ya no contenerme:

“La verdad… Es que desde hace mucho tiempo he querido llamarte Amo”

  • ¿Perra/Sumisa?


“En ese caso ¿Decides someterte a mis deseos? ¿Deseas ser mi perra?” –Dijo Él-

“Sí… Amo”

Desde que tengo memoria, me gustaban las imágenes, los relatos y todo aquello donde el hombre tomase posesión de la mujer en manera absoluta.  Y si esas mujeres lo disfrutaban –Pensaba- con toda seguridad yo también lo haría de presentarse la oportunidad.

Al comentárselo a mi Amo, me ordenó que investigase por mi propia cuenta los precedentes sociales de este nuevo "tipo" de relación que yo aún desconocía, de ese modo yo tendría bases suficientes para decidir si aún así deseaba pertenecerle y continuar Él con el siguiente paso: Mi educación.

En esta búsqueda de entendimiento, mis ojos abrieron a la realidad de mi verdadera esencia. 

Yo soy una sumisa. Nací para ser la perra de mi Amo-



"Llegara un día en que no vereis nada aparte de mi, como si yo fuera el sol y la luna; Un día en el que yo lo seré todo para vos. Comida, bebida, el aire que respiráis. Entonces serás mía de verdad, y estas primeras lecciones... Y placeres... -Sonrió- No parecerán nada." – Anne Rice. “El Rapto de la Bella Durmiente”


D/s